miércoles, 1 de julio de 2009

El pájaro herido


Hace unos días un polluelo de gorrión cayó en un cactus que tenemos en la terraza.
Se enredó de tal manera que pasó un buen rato de la tarde atrapado en él.
Marisa sufrió mucho viéndolo, pues no podía desenredarlo.

Metió el cactus en el salón, echó agua en la cabeza al pajarito y esperó a que yo volviera.
Con mucha paciencia y con algún pincho en mis dedos,
conseguí sacarle de su trampa.

Al principio parecía que iba a morir. Se le caía la cabeza y una pata estaba rígida. Pero al final se espabiló.

Le hice la foto que veis y después vino mi duda. ¿Qué hago con él?, ¿Le adopto y me hago papapájaro?, Dios mío qué responsabilidad. Y si se muere pronto, o incluso tarde....?

Lo pensé un momento, probé a ver qué tal volaba. Vi que más o menos se defendía por casa, y decidí lanzarle al aire desde el balcón. Voló como pudo y cayó en mitad de la carretera.

Dios mío, iba a presenciar mi primer pajaricidio, cuando el pollo dio un vuelo ágil y corto que le situó justo debajo de un coche. Ahí ya no quise saber más.

Y pensé: Eh tú pollo ahí tienes tu segunda oportunidad. Para ti este cactus no ha existido. Así que ya puedes remontar el vuelo. Elige bien tu camino, que hay muchos gatos agazapados por ahí, y poquitos humanos condescendientes con los que toparse.

Es la fábula del pollo, el cactus y el humano.

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