



Todos los años que voy a la fiesta de mi pueblo me emociona ver con qué entusiasmo se viven, a pesar de ser tan pequeño. Hay momentos impagables, como ver a los tuyos bailar la jota a la puerta de tu casa como si estuvieran en el mejor concierto del mundo, o ver a mi padre feliz bailando con su nieto. Aunque puesto a elegir momentos, me quedo con el de mi hermana camino del pilón.
Es como si se parase el tiempo en un auténtico momento de felicidad: todavía huelo a atardecer de verano, sin nada que hacer salvo esperar a que se ponga el sol.