donde en una intensa semana editamos, leímos y acabamos viendo fotos
hasta en las paredes. En una aldea alejada de todo, Paderne,
donde conocí a mucha gente y toda encantadora. Ha sido una experiencia inolvidable en un entorno donde las vacas aún pasean por el pueblo y los espantapájaros tropiezan
y congelan su caída, como si fuera ya una foto.
Con Navia hemos aprendido fotografía y una forma honesta y sincera de ver la vida.
Que las imágenes no se hacen, se resuelven.
Que la fotografía parte de la realidad, pero se parece más a tu recuerdo.
Que un fotógrafo es sinónimo de una obsesión, y que una de las suyas es la memoria y su huella en la realidad.
Me ha encantado.
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