"Qué bonito casarse mirando al mar", "le va a llover", "vaya horterada". Estos y otros comentarios se escuchaban, cuando estalló el primer trueno. Ya nadie se movía. Pareció que hasta la propia tormenta tropical quiso esperar a que terminara la ceremonia. Y cuando los novios se retiraban comenzó a llover. En cinco minutos la playa desaparecía bajo un manto gris de agua del que no había forma de guarecerse. Fue como si los novios se hubieran llevado la poca luz que nos quedaba. Y a correr...
Al menos el "bodorrio" visto como lo cuentas parece algo diferente y ameno.
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